Siendo futuro

Publicado el 22 de febrero de 2025, 15:56

Buena parte de nuestra vida la hacemos pensando en el futuro, como si ésta –la vida- no fuera a acabársenos jamás, cuando en realidad lo que no se acaba nunca es el futuro. Casi todo lo que somos se nos va en imaginaciones y proyectos, esto es, en irrealidades fecundas. Gozamos habitando ilusiones y empezamos a desaparecer cuando dejamos de inventarlas. No hay en la naturaleza animal alguno que se nos parezca en esto, acaso porque lo que hay de más animal en nosotros es lo que de menos humano poseemos. Somos, pues, una especie singular y rara, interesante y futuriza.

Hay quienes creen que, con un poco más hacemos casi lo mismo que otros animales, cuando en realidad lo que ocurre es que ese poco más genético nos hace por completo diferentes, hijos de la euforia y la desesperación. Vivimos una época animalista como en otros tiempos se vivió la credulidad volcada en otras místicas, lo que indica que el hombre es ante todo un ser crédulo, que necesita de las creencias para sobrellevarse; y amoroso, como demuestra el ahínco que pone en defenderlas, mayor cuanto más tenuemente se nos dibujan. Y es así, de entrada, sean cuales sean las creencias sobre las que cada cual hace sustentar su vida.

El hombre es ese abogado capaz de defender en el tribunal de los necios la mayor de las sandeces y hacerlo con grave intensidad, como si en ello le fuera propiamente la vida. También en esto se muestra nuestra naturaleza en su cariz histórico y extranatural. Vivimos en un presente que ya no es, acechando un futuro que aún no existe.

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