De la amistad (2)

Publicado el 25 de abril de 2025, 23:03

Amistad es el nombre que toma cierto tipo de relación entre iguales. La cuestión estriba en averiguar a qué clase de relación específica nos referimos cuando hablamos de amistad, pues no todas las relaciones merecen tal nombre. De hecho, por tratarse de una cuestión tan espinosa, tan difícil de definir de forma unívoca, a menudo añadimos al sustantivo el calificativo de verdadera, como si pudiéramos hablar de amistades falsas o de cualquier otra clase de amistad menos genuina.

De ella podríamos decir, pues, aquello que decía Lope del amor: quien la probó lo sabe. De modo que de este fenómeno parece obligado afirmar que es más fácil vivirlo que definirlo, como ocurre con cualquier otra conducta relacional compleja que genera vínculos entre las personas. Pero que sea más fácil vivir en la amistad que acotarla mediante una definición, no quiere decir que sea algo que se produzca sin más, de manera natural y espontánea, entre las personas. No es así.

Hablamos de amistad verdadera porque hay otras clases de relación amistosa que guardan algún parecido o analogía con ella, pero que manifiestan otras características diferentes, de las cuales acaso haya que hablar. Por ejemplo, el sentimiento de benevolencia que tenemos hacia los demás y que aparece cuando nuestro trato supera el mero y formal encuentro social, las buenas maneras.

Había señalado que el vínculo amistoso no necesita de continuidad en el tiempo. La constancia no es continuidad. Los amigos se encuentran y se separan y, de nuevo, más tarde, cuando vuelven a encontrarse el tiempo no parece haber pasado sobre la relación. Desde fuera no suele entenderse esta cualidad natural de la amistad verdadera, porque es esencial en la amistad esta sensación de tiempo detenido, de tiempo que no pasa. Se interrumpió el contacto pero, cuando se reinicia, el asunto de interés de los amigos no es qué pasó durante ese lapso en que existieron separados, lo que hicieron o dejaron de hacer con su vida, al fin y al cabo algo apenas anecdótico para lo que es la amistad. De tal manera ocurre, que parece que reinicien la conversación allá donde la dejaron, en una variante de aquellos temas que ambos compartieron y de los que hablan felizmente en la repetición. Siempre habláis de lo mismo, suelen señalar los que son ajenos a esta vivencia amistosa. Y eso, que suena a reproche, es una verdad existencial apropiada para que sea dicha de la amistad: que siempre se habla de lo mismo porque todo quedó en el mismo lugar, fuera del tiempo, como si los amigos fueran como esos coleccionistas de joyas y de vez en cuando se reunieran, dándole la espalda al mundo, para contemplar con embeleso los reflejos irisados de las piedras preciosas en sus diferentes caras, una y otra vez. De la calidad de la amistad habla esta repetición.

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